Desde la Tierra
Atravesamos la arena, las montañas, y llegamos a las cuevas. Cada vez se hacía más difícil avanzar, las aberturas eran cada vez más estrechas. Al final, la cueva se redujo casi a un hoyo de conejo.
Nos miramos un minuto. No dudamos. Como yo era el más bajo y delgado, fui primero. Después de treinta metros de oscuridad, arrastrándome con la arena en la cara y la roca en la espalda, salí al otro lado. Sin proponérmelo, nací de nuevo, desde adentro de la Tierra.